Me gusta verte llegar
y me sonrías,
hables
de tus despistes,
te pongas en un lugar tan sencillo
para guardar el
secreto
del don de tu
inteligencia.
Cultivas la luna en
mis labios,
sembrando el sol de la
fantasía
que dora a Eva en el
paraíso
sin comer fruta
prohibida.
Me gusta verte llegar
y me sonrías,
con el sonido corto
de carcajada,
trinando
-cual pájaro eres-
pícaras alegrías,
quizás, algún
quebranto
que se hizo en el
camino,
subiendo o bajando,
los montes de la vida.
Cuando te vas,
me dejas el aroma de los tulipanes.
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